Museo del Chopo, la catedral del dinosaurio

El edificio es obra del arquitecto alemán Bruno Möhring. Está construido con acero fundido en la ‘Mina de la buena voluntad’, Alemania, además, contiene componentes de madera y cristal que pertenecen al estilo arquitectónico art nouveau proveniente del país teutón.
NACE UN ÍCONO
En los primeros años del siglo XX el inmueble albergó una exposición artística en Dusseldorf, Alemania. Un año más tarde, la estructura pasó a formar parte de la Compañía Mexicana de Exposición Permanente, propiedad de José Landeros y Coss.
La estructura del pabellón fue desmontada y trasladada a tierras mexicanas hasta llegar a la estación Buenavista de la capital para ser erigida muy cerca de ahí en la recién nacida colonia Santa María la Ribera.
El imponente complejo arquitectónico fue bautizado como “palacio de cristal”, estaba destinado a alojar exposiciones internacionales industriales y de arte de las que México comenzaría a ser sede.
Excélsior realizó un recorrido al interior del edificio en compañía de la jefa del área de Medios Digitales, Gretha Hansen, y la coordinadora de Artes Visuales del Museo del Chopo, Abril Castro, quienes en todo momento hablaron de la relevancia de la entidad cultural dentro del entorno social.
“Llegó en 1903, se trajo en barco desde Düsseldorf, Alemania. Se dice que eran cinco pabellones, pero en realidad solo trajeron tres. En su momento se llamó el Palacio de Cristal, se inauguró con una exposición japonesa”, comentó Hansen.
Luego de que la empresa de Landeros y Coss desapareciera, la edificación quedó en abandono hasta que en 1909 fue utilizada para una muestra de arte textil japonesa como parte de las fiestas del centenario de la Independencia de México impulsadas por el entonces presidente Porfirio Díaz.
“Tenemos que tener en contexto que Santa maría la Ribera estaba como las afueras de la ciudad y era una ranchería, entonces ver este edificio de acero era bastante impactante en esos momentos”, especificó Hansen.
INSTITUCIÓN CIENTÍFICA
En 1913 se llevó a cabo la inauguración del Museo Nacional de Historia Natural, uno de los más importantes de su tipo de Hispanoamérica; el escenario sería el portentoso inmueble de la Santa María la Ribera. El secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes, Nemesio García Naranjo, se encargó de dar el banderazo de salida del novedoso proyecto museográfico.
La exhibición contemplaba una sección de paleontología, biología, zoología y botánica. Diversos ejemplares de especies disecadas, así como muestras de plantas, bustos de científicos reconocidos y otras piezas acercaron a los capitalinos al museo.
Entre su amplia colección se encontraba la réplica de esqueleto de un dinosaurio Diplodocus Carnegii, que fue donada a México por la viuda del empresario industrial estadunidense, Andrew Carnegie, en 1926.
En esa misma época, el lugar comenzó a ser conocido como ‘El Chopo, por estar ubicado en la calle que antiguamente llevaba ese nombre. En ese sentido, el dinosaurio se convirtió en el emblema del museo, y hasta la actualidad, algunos sectores siguen asociándolo con el enorme esqueleto.
Por otra parte, la galería especializada en ciencias naturales se convirtió en un referente de los museos de la ciudad; despertó el interés de los visitantes. A finales de los años veinte y principios de los treinta, los museos comenzaron a tener un auge importante en el entorno sociocultural.
En 1929, una vez adquirida su autonomía, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) integró el edificio a su patrimonio universitario. Siguió en funcionamiento como entidad dedicada a las ciencias naturales hasta la década de los sesenta.
El 24 de octubre de 1964 se inauguró el Museo Nacional de Historia Natural en Chapultepec, donde parte de la colección del Chopo se trasladó al nuevo recinto. La emblemática obra de Möhring volvió a quedar en el olvido durante casi diez años.
EL RESCATE
“Luego, en 1975 la UNAM ya lo rescata como tal y lo convierte en Museo Universitario del Chopo, porque esta calle antes se llamaba Chopo, todas las calles de aquí tienen nombre de árboles. De esa manera se inauguró de manera formal el 25 de noviembre de 1975”, enfatizó la jefa de medios. Cabe destacar que la primera directora del espacio fue la destacada académica Elena Urrutia, quien dio inicio al legado el museo en la cultura alternativa.
“Hoy se inaugurará el nuevo Museo Universitario del Chopo”, publicó Excélsior en la portada de su sección B en su edición del 25 de noviembre de 1975.
El ente se convirtió en un centro cultural popular, “un perfil que nos permite desbordarnos en cuanto a lo que nos dedicamos, porque no tenemos que dedicarnos exclusivamente a un tipo determinado de arte, entonces eso permite que nuestras líneas curatoriales sean muy amplias. Nos interesa también lo que es la cultura underground”, detalló, por su parte, la curadora del museo.
En 1977 se emprendió el proyecto ‘Cinematógrafo del Chopo’, en el que comenzaron a proyectarse películas de cine de arte que representaron una oferta cinematográfica diferente a los filmes convencionales de la época.
EL TIANGUIS
Dos años más tarde, cuando la entidad de la Universidad se encontraba bajo la dirección de Ángeles Mastretta, se lanzó una convocatoria al concurso de composición de rock, con lo que se generó un acercamiento al popular género musical hacia los jóvenes.
Como parte del reforzamiento de la identidad del Chopo hacia la tradición del rock, el 04 de octubre de 1980 nació el tianguis de compra, venta e intercambio de productos, principalmente, libros, revistas y discos, relacionados con las distintas culturas subterráneas. La sede era el propio edificio de principios de siglo XX.
Con el paso del tiempo, el concepto ya no pudo ser albergado por el recinto debido al éxito alcanzado y tuvo que ser trasladado a las calles aledañas, su modelo sigue vigente hasta nuestros días, donde hay presentaciones de grupos en vivo y una amplia propuesta musical enfocada a diversas escenas de la subcultura.
“El museo siempre ha sido sede de los movimientos de resistencia de la diversidad y la disidencia. Anualmente tenemos entre una o tres exposiciones que cruzan con el tema de la disidencia sexual y de género”, ahondó Castro.
LA LABOR
Además, la línea curatorial busca poner los reflectores en el trabajo realizado por mujeres artistas mexicanas, cuya producción no se ha dado a conocer en otros espacios. Se trata de visibilizar el trabajo de aquellos talentos para la generación de proyectos que fomenten la investigación.
“Ya en los años 2000 se le realizó una intervención arquitectónica en la que se agregó un edificio al interior y el espacio creció en metros cuadrados, también se añadieron dos sótanos”, explicó la jefa de medios.
Por su parte, la curadora especializada dijo sentirse orgullosa de colaborar en la institución, “para mí es un privilegio trabajar en este museo porque siempre se prioriza la creatividad, el pensamiento crítico, la inclusión, entonces para mí esto es muy importante para sentir que trabajas en un espacio de libertad y de respeto”.
En la actualidad, el complejo cultural cuenta con una tienda, una sala de cine, foro multiusos, cafetería, así como una librería, que se apegan a su amplio programa de actividades disponibles para todo tipo de público.
Entre los diferentes espacios que conforman el recinto se encuentra un Centro de Documentación que resguarda la memoria del museo y del edificio en general con un extenso acervo de fotografías, posters, invitaciones, folletos, notas de prensa, revistas de culto, a partir de la década de los setenta hasta la fecha.
Con mobiliario especial para conservar en mejor estado las casi 30 mil piezas que conforman el archivo, las unidades documentales pueden consultarse en un repositorio digital disponible en la página web del museo donde se puede tener acceso remoto a la mediateca.
Un boletín de aniversario al que Excélsior tuvo acceso refiere que “en 2013, el museo creó la ‘Fanzinoteca’, espacio para recuperar la memoria documental de grupos y proyectos de la escena cultural subterránea de México, por medio de la catalogación y digitalización de acervos pertenecientes a los protagonistas de esta escena, con el propósito de facilitar su conocimiento, investigación y puesta en común con el público a través de diversas estrategias de presentación, incluidas las autopublicaciones en línea”.
“Se ha convertido en parte de la identidad del barrio. El museo del Chopo, el Kiosco morisco y el Museo de Geología son parte ya de la identidad barrial de Santa María la Ribera”, concluyó Castro.
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