Los destacables esfuerzos tras el incesante espectáculo de La Guelaguetza.

Cada julio, Oaxaca es sede de uno de los festivales culturales más significativos y populares de América Latina. La Guelaguetza, una alegre celebración del patrimonio cultural notablemente rico de la región, reúne a miles de personas de comunidades indígenas y regionales de todo el estado para celebrar su identidad y tradiciones.
Lo que sigue es un gran espectáculo sensorial: bailarines arremolinados, comida deliciosa, ropa de ensueño, músicos incansables, desfiles callejeros de carnaval y sonrisas contagiosas se exhiben durante cada hora de la celebración de una semana.
Pero detrás de los coloridos desfiles se encuentra la dedicación de las personas, las familias y las comunidades que pasan gran parte del año preparándose para el espectáculo internacional.
A medida que el evento crece cada año, también crece la responsabilidad de las comunidades de mostrar lo mejor de sus culturas.
Dalia tendrá la responsabilidad de cerrar la función de esta noche. Es una de las bailarinas más prolíficas de la región. Después de un paréntesis que la obligó a dejar de bailar, hoy será su primera actuación en años.
“Estoy tan emocionada de estar bailando y actuando de nuevo frente a grandes multitudes. Me encanta la oleada de emoción”.

A pesar de sus nervios, felizmente encuentra tiempo para ayudar a un artista más joven a arreglar su atuendo antes de su espectáculo.
Al otro lado de la ciudad, dos hombres dan los últimos toques a una de las 20 figuras de 2 metros de altura que han hecho a mano.
El artesano Anthony García prepara sus figuras de 2 metros de altura para las festividades de la Guelaguetza de este año.
Usando solo cañas y cartones para crear las figuras, Anthony García, un artesano de 25 años de la región de Trinidad de las Huertas, nos cuenta:

“Creamos ocho figuras diferentes para mostrar la identidad de las ocho regiones de Oaxaca. Desde que comencé a dedicar mi vida a este oficio hace 10 años, he aprendido mucho y me siento muy orgullosa de cada figura que hago”.
Más tarde ese día, cuando el sol se pone sobre el Cerro del Fortín, el punto geográfico más alto de la ciudad de Oaxaca, un anciano músico posa para una foto. Ha estado actuando en la Guelaguetza desde que era pequeño, y caminará los mismos 100 escalones empinados hasta la Auditorio Guelaguetza mientras sale el sol mañana por la mañana.
En las sofocantes semanas de verano previas a la Guelaguetza, las famosas calles de mosaicos de Oaxaca se sienten más tranquilas. Había un sentido palpable de anticipación entre los lugareños y los negocios que se preparaban para la celebración.
Desde el humilde tamborilero solitario hasta las 50 comparsas de baile, cada hilo de preparación se entreteje para crear el impresionante tapiz de identidad que se exhibe cada año durante La Guelaguetza.

El último día, la Guelaguetza siempre termina con una explosión, literalmente: filas de 20 estaciones de fuegos artificiales se configuran para la celebración final: una espectacular exhibición de fuegos artificiales.
Mirja Vogel es una fotógrafa internacional radicada en Oaxaca.
Gordon Cole-Schmidt es un especialista en relaciones públicas y periodista independiente que asesora y escribe sobre empresas y temas en programas de comunicación multinacionales.